Aguas cristalinas, intenciones turbias

Qué suerte tenemos en Telde. No todos los municipios pueden presumir de playas con aroma a pescado fermentado, espuma con textura de emulsión industrial y una grasa tan persistente que convierte el baño en tratamiento exfoliante. Un lujo, vamos.

Vertidos en el barranco de Silva/_José Alzola /TA

Y qué decir de la coordinación institucional. Un día se publica que se van a verter salmueras por el barranco del Draguillo, con toda la transparencia que permite un trámite técnico de veinte días hábiles. Y al siguiente, se desata la alarma ambiental con testimonios dignos de novela negra: pieles impregnadas, olores “irrespirables”, turistas huyendo como si el mar les hubiese escupido.

¿Coincidencia? Claro. Como lo de que justo ahora se analicen las aguas, se cierren las playas y se multipliquen los titulares. Todo espontáneo. Todo orgánico. Como la espuma.

Y mientras tanto, nadie señala a nadie. Las piscifactorías, los emisarios, las desaladoras… todos inocentes hasta que el mar diga lo contrario. Y el mar, por cierto, ya está hablando. A gritos.

Pero lo más fascinante no es la contaminación. Es el relato. Cómo se construye. Cómo se dosifica. Cómo se dispara justo cuando conviene.

Porque aquí nadie extorsiona, ni presiona, ni negocia en la sombra. Aquí todo se hace por amor al periodismo, al medio ambiente y, por supuesto, al interés general.

Y si alguien cree que esto apesta, será por el viento. O por la espuma. O por esa costumbre tan nuestra de no decir lo que todos están pensando.

Por Maruca Sin Filto