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19 de Agosto de 2025 a las 11:14

Artículo de opinión: Cuando el humo no deja ver los bolsillos

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En Telde, como en tantos otros rincones del mapa político español, hay una costumbre que se repite con la precisión de un reloj suizo: encender fuegos mediáticos para distraer del verdadero incendio. Y no hablamos de llamas forestales ni de solares abandonados, sino de ese humo espeso que emana de los egos inflamados, los intereses cruzados y los bolsillos bien nutridos de quienes se autoproclaman guardianes de la verdad.



Los actores del gallinero

J. S. y C. J. O. —alias Pedro Regalado— se han convertido en protagonistas de una tragicomedia local que, lejos de aportar luz, genera más sombra. Santana, con su estilo incendiario, lanza acusaciones envueltas en metáforas de humo y maleza, mientras C. J. O. responde desde el púlpito del sarcasmo, repartiendo plumas y cacareos como si el periodismo fuera una pelea de corral. Ambos se presentan como adalides de la independencia, pero lo que realmente defienden es su parcela de influencia, su micrófono, su tribuna.

Bolsillos llenos, ética vacía

Lo más preocupante no es el tono, ni siquiera las indirectas disfrazadas de sátira. Lo grave es que detrás de tanto ruido hay una realidad que se oculta: estos personajes han estado ligados durante décadas a los centros de poder. J. S., escudero de José Manuel Soria, no es precisamente un outsider. C. J. O, protegido de Paco Santiago, tampoco puede presumir de imparcialidad. Ambos han comido del pienso institucional, han sido parte del engranaje político, y ahora se disfrazan de gallos flacos que cantan por libertad.

 ¿Y los medios?

Lo más peligroso de esta confrontación es que se juega en un terreno ambiguo: no se nombran medios, no se señalan personas concretas, pero se insinúa, se envenena, se contamina. En ese juego, los medios locales —los que trabajan con rigor, con escasos recursos y mucha vocación— quedan atrapados en un fuego cruzado que no les pertenece. Porque mientras unos cacarean desde la comodidad de sus vínculos pasados, otros siguen informando desde la calle, desde la plaza, desde la realidad.

La responsabilidad del altavoz

Cuando se tiene un micrófono, se tiene poder. Y con el poder, viene la responsabilidad. No se puede jugar a ser juez y parte, ni utilizar el periodismo como arma personal. No se puede disfrazar de sátira lo que es rencor, ni de análisis lo que es ajuste de cuentas. Porque al final, el humo que generan no solo tapa la verdad: también intoxica a quienes aún creen en la prensa como servicio público.

Nenos fuego, más transparencia

Telde no necesita más gallos flacos ni gallinas gordas. Necesita periodistas que miren de frente, que investiguen sin miedo, que informen sin servilismo. Y necesita que quienes han vivido del poder reconozcan su pasado, se aparten del foco y dejen que la verdad respire sin humo. Porque aquí, lo que arde no es solo el campo: es la credibilidad. Y esa, cuando se quema, no se recupera con metáforas ni con plumas.

El Faro