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6 de Marzo de 2025 a las 13:35

Artículo de opinión: El periodismo cómplice y la responsabilidad histórica

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El periodismo, como bien se ha dicho en innumerables ocasiones, es el cuarto poder. No es solo un oficio de relato, sino una herramienta fundamental para la vigilancia democrática, la denuncia social y la construcción de una sociedad más justa. Sin embargo, cuando el periodismo se convierte en cómplice del silencio, deja de ser un faro para convertirse en una sombra que oscurece la verdad. Y eso es precisamente lo que parece haber ocurrido con el señor Gaumet Florido Medina, cuyo artículo, aunque bien intencionado en su crítica actual, resulta profundamente hipócrita al ignorar su propia responsabilidad histórica.

Durante muchos años, el señor Florido Medina fue corresponsal en Telde para Canarias7. Años en los que, según sus propias palabras, se limitó a repetir "las mismas incidencias que dejaban las lluvias en los mismos sitios y por los mismos problemas". Años de ver cómo los barrancos se desbordaban, cómo las calles se inundaban, cómo los vecinos sufrían las consecuencias de una planificación deficiente y una gestión negligente. Años de informar, sí, pero sin cuestionar, sin denunciar, sin exigir soluciones. Años de ser testigo mudo de un problema que, como él mismo reconoce ahora, podía y debía haberse abordado mucho antes.


Imagen. Teldeactualidad

Es fácil, cómodo y hasta populista, criticar desde la distancia y con el paso del tiempo. Es sencillo señalar con el dedo a los gestores actuales y decir que "el mal viene de lejos", como si eso eximiera de responsabilidad a quienes, en su momento, tenían la obligación de alzar la voz. El periodismo no es solo contar lo que ocurre; es también preguntarse por qué ocurre y exigir que se solucione. Y en eso, el señor Florido Medina falló. Falló como periodista y, sobre todo, falló como servidor público, porque el periodismo es un servicio a la comunidad.

En su artículo, el señor Florido Medina enumera los problemas recurrentes de Telde: los barrancos llenos de basura, las inundaciones en El Goro, el aislamiento de Ojos de Garza, el encharcamiento del vial costero. Problemas que, según él, son el resultado de una falta de planificación y de una ausencia de voluntad política para mitigar sus efectos. Pero lo que no dice, lo que no puede decir sin reconocer su propia complicidad, es que esos problemas se han perpetuado, en parte, porque periodistas como él no hicieron lo suficiente para evitarlo. Porque callaron cuando debieron gritar, porque informaron sin cuestionar, porque se limitaron a ser cronistas de un desastre en lugar de ser impulsores de un cambio.

Es cierto que, como él mismo señala, hay soluciones. Los empresarios de El Goro han demostrado que, con voluntad y recursos, se pueden mitigar los efectos de las lluvias. El edil de Obras, Iván Sánchez, ha propuesto proyectos para mejorar el drenaje en La Garita. Pero esas soluciones llegaron tarde, demasiado tarde para quienes llevan décadas sufriendo las consecuencias de la inacción. Y llegaron tarde, en parte, porque periodistas como el señor Florido Medina no hicieron lo suficiente para exigirlas a tiempo.

El periodismo no puede ser un ejercicio de autocomplacencia. No puede limitarse a señalar los errores del pasado sin asumir la responsabilidad que a cada uno le corresponde. El señor Florido Medina tiene razón al decir que los problemas de Telde vienen de lejos, pero olvida mencionar que él también viene de ese "lejos". Y que, en ese "lejos", tuvo la oportunidad de hacer algo más que informar. Tuvo la oportunidad de denunciar, de exigir, de presionar. Y no lo hizo.

Por eso, su artículo, aunque bien intencionado, resulta insuficiente. Porque no basta con criticar lo que ocurre hoy sin reconocer lo que no se hizo ayer. No basta con señalar los errores de los demás sin asumir los propios. El periodismo es una profesión de responsabilidad, y esa responsabilidad no prescribe con el tiempo. El señor Florido Medina debería recordarlo antes de escribir su próximo artículo. Porque los periodistas no somos solo los ojos del pueblo; somos también su voz. Y cuando callamos, fallamos a nuestra misión más esencial.

El Faro