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15 de Noviembre de 2024 a las 23:00

Cuando el clic se paga con dinero público

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Hay un refrán que nunca pierde vigencia: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. Y resulta que, entre los aspirantes a “líderes del periodismo local”, esta frase parece escrita a medida. Algunos medios —sin mencionar nombres, claro, pero que todo el mundo reconoce— se presentan con tanto orgullo que es imposible no notar lo obvio: viven de presumir cifras como si eso fuera sinónimo de calidad informativa. Y si su credibilidad fuera proporcional a su modestia, estaríamos ante un gigante invisible.

Este medio se jacta de sus millones de páginas vistas como si se tratara de un mérito periodístico de primer nivel, pero omiten un pequeño detalle: casi toda su financiación viene de dinero público. Sí, así como lo oyen, es el bolsillo ciudadano el que sostiene este “liderazgo”. Pero, ¿hasta qué punto un medio puede presumir de “proximidad y compromiso” cuando depende de los fondos públicos? En un ecosistema mediático donde la independencia debería ser clave, ellos se presentan como el ejemplo perfecto de lo contrario. Y el valor de esa “ética” de la que tanto hablan parece estar definido por sus contratos de publicidad.

La “fidelidad” de sus lectores (¿o deberíamos decir visitantes accidentales?) resulta aún más pintoresca cuando nos damos cuenta de que, al no tener que competir realmente en el mercado de la información, pueden dedicarse al festival de la autopromoción sin ningún rubor. Porque cuando tus números están garantizados por fondos públicos, el éxito deja de ser una meta y se convierte en un decorado.

Lo curioso es que, mientras proclaman su “impacto en la sociedad”, ocultan el hecho de que en realidad están a salvo de cualquier crisis de credibilidad: total, mientras haya dinero público, el medio sigue. Y no hace falta ser un genio para entender que la independencia y el periodismo de calidad no se compran ni se venden, mucho menos con fondos del erario.

Así que, brindemos por estos adalides de la información “cercana y comprometida” que se sostienen sin el molesto inconveniente de tener que depender de sus lectores. En un mundo donde la información es libre y cada clic cuenta, ellos han encontrado la fórmula perfecta para asegurarse de que su cuenta bancaria esté en verde, independientemente de la confianza pública.

El Faro