11 de Diciembre de 2024 a las 12:00
En lugar de informar con rigor y compromiso con la verdad, ciertos medios recurren al alarmismo para construir narrativas que buscan atacar a empresas o actores específicos, disfrazándolo de una supuesta “denuncia ciudadana”. Este tipo de publicaciones no solo carecen de pruebas claras, sino que además manipulan la percepción pública, alejándose de cualquier estándar ético periodístico
Un ejemplo reciente expone un caso de presunto daño al patrimonio histórico por parte de una empresa de servicios. Sin evidencias concretas y apelando al sensacionalismo, se limita a señalar culpables sin cuestionar la responsabilidad de las autoridades locales, encargadas de regular y proteger estos espacios. ¿Por qué no se habla de su inacción? ¿Dónde está la investigación seria que respalde estas acusaciones?
Y aquí surge la pregunta clave: ¿qué pretende realmente este medio con este ataque a Elecnor? ¿Es una genuina preocupación por el patrimonio o hay algún interés oculto detrás de estas acusaciones? Cuando la denuncia no se sustenta en hechos, el lector tiene derecho a cuestionar si lo que se busca es presión para obtener algún tipo de beneficio o simplemente dañar la reputación de la empresa.
Este tipo de prácticas no son periodismo: son campañas de presión camufladas, que polarizan en lugar de buscar soluciones. Atacar sin fundamentos no protege el patrimonio ni resuelve problemas; solo genera ruido y desconfianza.
Si el objetivo es realmente la defensa del interés público, entonces el compromiso debe estar con la verdad, no con agendas ocultas o intereses particulares. Es hora de exigir responsabilidad, no solo a empresas y autoridades, sino también a quienes tienen el poder de influir en la opinión pública.
Una ciudadana anónima, si me lo permiten.