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1 de Mayo de 2025 a las 17:47

1º de mayo en Gran Canaria: cuando los sindicatos dejaron de emocionar

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Hubo un tiempo en que el 1º de mayo era sagrado. Una cita con la dignidad. Miles de trabajadores tomaban las calles de Canarias no solo para exigir mejores salarios, sino para demostrar que la unidad obrera tenía fuerza, voz y propósito. Hoy, en 2025, apenas un millar de personas en toda Gran Canaria. ¿Qué ha pasado? ¿Dónde están aquellos ríos humanos que llenaban avenidas con pancartas y convicción? ¿Quién ha vaciado las manifestaciones del Día del Trabajador?

La respuesta es incómoda, pero evidente: los sindicatos han perdido la conexión con su gente. Aquellos que una vez encarnaban la lucha obrera, hoy parecen estructuras oxidadas, incapaces de aglutinar el descontento de una clase trabajadora que ya no confía ni en sus siglas ni en sus dirigentes. La frase que se escucha en las cafeterías, en los talleres, en los hoteles y en las obras es tan dura como certera: “ya no les cree ni el que asó la manteca”.

Este Primero de Mayo, marcado por el conflicto laboral en la hostelería —uno de los sectores más maltratados pese a ser motor económico de Canarias—, ha sido el reflejo perfecto de la decadencia sindical. Las denuncias eran claras: salarios que no suben, beneficios empresariales que se disparan, vidas atrapadas en jornadas agotadoras sin tiempo para la familia. Pero ni siquiera esas razones, que afectan a miles de canarios, lograron movilizar a más que a unos pocos cientos.

¿Falta de interés de la clase trabajadora? No. Hay rabia. Hay hartazgo. Pero no hay liderazgo. Y sin líderes con credibilidad, no hay movimiento. Las cúpulas sindicales, demasiado institucionalizadas, han perdido su fuerza de choque. Se sientan con la patronal en mesas que, según el propio vicesecretario general de UGT, Francisco González, son una farsa: “lo tomas o lo dejas”. Y llevan dejándolo todo demasiado tiempo.

El pueblo no es tonto. La clase obrera ve que los sindicatos ya no rugen, no incomodan, no transforman. Y cuando una herramienta deja de servir, se abandona.

El sindicalismo en Canarias está a tiempo de reinventarse, pero para ello tiene que volver al origen: escuchar a los trabajadores, recuperar la calle, limpiar estructuras y asumir que no se trata de gestionar el conflicto, sino de liderarlo. Porque mientras sigan viéndose como comparsas institucionales, mientras el 1 de mayo siga siendo una cita simbólica en vez de una sacudida real al sistema, las manifestaciones seguirán menguando hasta el silencio.

Y el silencio, en política laboral, siempre lo gana la patronal.

 El Faro