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16 de Junio de 2024 a las 21:51

Dragos, Miradas… La época más oscura de Telde

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El coste de esta obra, que ascendió a 100 millones de pesetas por aquel entonces, fue firmado por un peón del Ayuntamiento de Telde, haciéndose pasar por técnico y firmando como "El Funcionario". 

En una reciente y tediosa disertación, Pedro Naranjo nos presenta las esculturas "El Drago" y "La Mirada" en Telde con una prosa adornada y un sinfín de datos técnicos, como si de un hito arquitectónico se tratase. Sin embargo, detrás de este aparente homenaje a la monumentalidad y al arte, se esconde una de las etapas más vergonzosas de la gestión municipal en Telde, un verdadero despilfarro de recursos públicos.

 

El Drago, que Naranjo describe con una meticulosidad abrumadora, no es más que el símbolo del despilfarro económico y la corrupción que han plagado a nuestra ciudad. Esta "colosal escultura" de acero cortén, que según el artículo pesa 100.000 kilos y mide 22 metros de altura, no es un emblema del arte ni un homenaje a nuestro árbol emblemático. Es, en realidad, una cicatriz que nos recuerda el mal manejo de los fondos públicos.

Este personaje, que luego se convirtió en concejal de Nueva Canarias, parece haber encontrado en el Ayuntamiento su particular finca, con las llaves de todas las dependencias del municipio. Esto no solo es un reflejo de la mala gestión, sino también de la corrupción y el abuso de poder que lamentablemente han sido parte de la historia reciente de Telde.

Naranjo también dedica líneas a "La Mirada", otra obra del mismo autor, Sergio Gil, que se instaló en 2008. Según Naranjo, esta escultura evoca la libertad, igualdad y fraternidad. Sin embargo, lo único que estas obras evocan para los ciudadanos de Telde es la ineficacia y el derroche de nuestros dirigentes municipales. La Mirada, lejos de ser un símbolo de valores universales, se ha convertido en un monumento a la mala administración y la desconexión de nuestros gobernantes con las necesidades reales de la comunidad.

Es inconcebible que se destinen tantos recursos a estas estructuras cuando hay necesidades mucho más urgentes en nuestra ciudad. Las prioridades de la administración deberían centrarse en mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, en lugar de erigir monumentos que solo sirven para inflar el ego de unos pocos y desviar la atención de los problemas reales.

Las descripciones detalladas y la aparente admiración de Naranjo por estas esculturas no pueden ocultar la realidad de lo que representan. Los datos técnicos y la grandiosidad de las cifras son solo una cortina de humo para disfrazar la corrupción y el despilfarro que las acompañan. La verdadera historia detrás de El Drago y La Mirada es una de oscuridad y mala gestión, una que debe ser recordada para evitar que se repita.

En lugar de celebrar estas esculturas, deberíamos exigir rendición de cuentas a quienes permitieron que tales proyectos se llevaran a cabo en detrimento del bienestar de los ciudadanos. La época de El Drago y La Mirada no es una de la que podamos sentirnos orgullosos. Es una etapa que debe ser recordada como un ejemplo de lo que no debe volver a suceder en nuestra querida Telde.

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