23 de Noviembre de 2024 a las 12:10
Cuando el periodismo se convierte en una extensión del marketing político, es la ciudadanía quien pierde. Es difícil leer la columna “Al pie del cañón” de Rafael Álvarez Gil sin torcer el gesto ante lo que parece ser un ejercicio descarado de halago hacia el concejal Juan Martel, más preocupado por ocupar un lugar visible en las fotos que en asumir con rigor las responsabilidades de sus múltiples carteras.
El artículo se deshace en elogios hacia Martel, quien, según Álvarez Gil, se presenta como el gran artífice de la magia institucional de Telde y de iniciativas como el belén de San Gregorio. Sin embargo, el verdadero “mérito” del concejal parece radicar más en su habilidad para mantenerse en el epicentro de las alianzas políticas que en una gestión efectiva de sus áreas de competencia. Este supuesto “ministro de varias carteras” acumula funciones importantes como Cultura, Patrimonio Histórico, Turismo y Servicios Municipales, pero ¿dónde están los resultados concretos de su trabajo?
En Cultura, los eventos apenas van más allá de lo anecdótico, y no existe un plan estratégico claro que fomente la creación artística ni la preservación del patrimonio local. En Turismo, Telde sigue siendo un municipio con un enorme potencial desaprovechado, sin ideas innovadoras que lo conviertan en un destino relevante dentro del circuito canario. Y en Servicios Municipales, basta un paseo por las calles para encontrar deficiencias en el mantenimiento básico que contradicen cualquier narrativa triunfalista.
Lo más preocupante es cómo Álvarez Gil intenta encubrir estas carencias con una prosa decorativa que alaba lo intrascendente, como la organización de un belén navideño. No se cuestiona si este montaje responde a una estrategia cultural o turística más amplia, ni se analizan las prioridades del concejal. En lugar de eso, el artículo se limita a aplaudir el simbolismo del nacimiento mientras evita cualquier crítica de fondo.
Juan Martel ha perfeccionado el arte de aparecer, de estar “al pie del cañón” solo cuando hay cámaras de por medio. Su gestión no se mide por el impacto de sus decisiones ni por los beneficios para la ciudadanía, sino por su habilidad para mantenerse en el poder y ser cortejado por los diferentes partidos políticos. En ese sentido, Martel no es un gestor: es un equilibrista que aprovecha la fragmentación política para consolidar su protagonismo sin tener que rendir cuentas.
Es lamentable que artículos como el de Álvarez Gil contribuyan a perpetuar este tipo de liderazgo vacío. El periodismo debería estar al servicio de la verdad, no del ensalzamiento personal. Telde necesita voces críticas que exijan resultados, que denuncien el oportunismo y que velen por los intereses de la comunidad. No necesitamos más aplausos huecos ni más fotos para el álbum personal del concejal. Lo que hace falta es acción, compromiso y, sobre todo, una política que no se limite a la superficie.
En definitiva, mientras sigamos premiando a quienes gobiernan con la mirada puesta en las cámaras en lugar de en las necesidades reales, seguiremos siendo víctimas de este teatro político en el que los halagos sustituyen a las soluciones y las fotos reemplazan a los hechos. Y Telde merece mucho más que eso.
Por El Faro