17 de Octubre de 2025 a las 07:00
No es una crítica. No es una crónica. Es una radiografía sin anestesia.
Telde no se pudrió por un error puntual. Se pudrió por un engranaje que nunca dejó de girar, aunque chirriara. Un sistema que no tiene rostro, pero sí manos. Manos que firman, que reparten, que callan. Manos que aprietan el tornillo justo para que nada cambie, aunque todo parezca moverse.
No hablamos de partidos. Ni de siglas. Ni de concejalías. Hablamos de algo más profundo. De lo que se hereda sin querer. De lo que se protege sin decir. De lo que se pacta sin escribir.

Durante décadas, Telde ha sido laboratorio de lo que no se debe hacer. Promesas que se evaporan, barrios que se apagan, voces que se silencian con una foto, una obra, una llamada. Y mientras tanto, el engranaje sigue. Se adapta. Se disfraza. Se maquilla de progreso, de participación, de escucha. Pero no cambia.
¿Quién lo alimenta? ¿Quién lo mantiene? ¿Quién se beneficia de que todo siga igual, aunque parezca distinto?
Hay quienes creen que el tiempo lo cura todo. Que basta con cambiar nombres, colores, eslóganes. Pero el engranaje no entiende de eso. El engranaje solo quiere seguir girando. Aunque para ello tenga que triturar esperanzas, proyectos, generaciones.
Y sí, hay quienes lo saben. Hay quienes lo ven. Hay quienes lo sufren. Y hay quienes lo denuncian. Pero también hay quienes lo protegen. Quienes lo lubrican. Quienes lo celebran, porque les conviene.
¿Progresistas? ¿Conservadores? ¿Técnicos? ¿Gestores? Da igual. El engranaje no distingue. Solo exige lealtad. Silencio. Complicidad.
Pero hubo personas. Y hay un medio. Que no se tragaron el cuento. Que no se conformaron con mirar desde fuera. Que pusieron luz donde otros ponían sombra. Que hicieron posible que toda esa gentuza —sí, gentuza— que aún queda en el engranaje, empiece a pagar por lo que hicieron. Y por lo que siguen permitiendo.
No es venganza. Es justicia. Es memoria. Es dignidad.
Y aunque el engranaje aún gira… ya no lo hace solo.
El Faro