13 de Noviembre de 2025 a las 18:00
Por más que nos llenemos la boca hablando de identidad, historia y legado, la realidad es que el Patrimonio Cultural de Telde agoniza. Y no por falta de riqueza, sino por exceso de abandono. Antonio María González Padrón, cronista oficial de la ciudad, ha levantado la voz con una denuncia que no solo es legítima, sino urgente. Su testimonio es un grito de socorro que debería sacudir conciencias y mover estructuras.

El daño al patrimonio no proviene únicamente del ciudadano insensible que se ampara en el “como es mío, hago lo que quiero”. El verdadero peligro está en los profesionales titulados —arquitectos, ingenieros, historiadores, incluso sacerdotes— que, escudados en su formación, toman decisiones que contradicen la lógica, el sentido común y la responsabilidad histórica. ¿Desde cuándo tener un título es sinónimo de impunidad?
Los ejemplos son demoledores. La iglesia de San Agustín, despojada de su bóveda neoclásica, convertida en un sinsentido arquitectónico. San Gregorio, con su cúpula desnuda, privada de su función acústica y simbólica. ¿Dónde estaban los organismos encargados de velar por la autenticidad? ¿Quién autorizó semejantes barbaridades?
El cronista ha enviado al Ayuntamiento de Telde un listado exhaustivo de acciones necesarias: declaraciones de Bien de Interés Cultural, restauraciones urgentes, desinfecciones, excavaciones, digitalización de archivos, acuerdos institucionales, promoción turística, creación de oficinas y centros de interpretación… ¿Y cuál ha sido la respuesta? El silencio. La indiferencia. La omisión.
¿Dónde está el monumento a los esclavizados africanos que trabajaron en los campos de Telde durante tres siglos? ¿Dónde el homenaje a las víctimas del Valbanera? ¿Dónde la placa que recuerda la expulsión del pirata Drake? La memoria histórica no se honra con discursos vacíos, sino con acciones visibles y permanentes.
Se prometió la adquisición de inmuebles clave para la cultura local: la casa natal de Saulo Torón, la antigua librería de Blas Guedes, la ampliación de la Casa-Museo León y Castillo. Hoy, esos edificios se caen a pedazos mientras las promesas se diluyen en el tiempo.
Telde no necesita más diagnósticos. Necesita voluntad política, compromiso institucional y respeto por su historia. El patrimonio no es un lujo ni una postal turística: es la columna vertebral de nuestra identidad. Ignorarlo es condenarnos al olvido.
La denuncia de Antonio María González Padrón no es una pataleta nostálgica. Es una llamada a la acción. Y quien no la escuche, será cómplice del deterioro.
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