8 de Abril de 2025 a las 07:00
Juan Santana no es un ciudadano cualquiera. Fue mano derecha del exministro José Manuel Soria, periodista, locutor y voz autorizada en la realidad social de Canarias. Hoy rompe su silencio para hablar, no desde los micrófonos ni desde la tribuna política, sino desde la experiencia cruda, personal y dolorosa de tener a un ser querido ingresado en el Hospital Insular de Gran Canaria.
Y lo que cuenta estremece.
Santana describe con honestidad brutal un sistema que ha perdido su rostro humano. Un hospital donde los pacientes se convierten en cifras, y los profesionales, salvo honrosas excepciones, en engranajes agotados que simplemente cumplen turnos. “He tenido que vivirlo en carne propia durante más de 15 días para entenderlo”, escribe. Y lo que ha vivido es la soledad de los enfermos, la falta de empatía, los horarios inhumanos, y una desmotivación que ya no se esconde.
Lo más duro no es la denuncia concreta, sino la constatación de un patrón: “Esto no es un problema político. Ha pasado gente de derecha y de izquierda por la gestión sanitaria de Canarias. Y nada ha cambiado”. El diagnóstico de Santana apunta más alto y más hondo: a una crisis de valores, de liderazgo, de compromiso con lo público.
No se queja del cansancio de los profesionales. Lo comprende. Sabe que hay falta de camas, que el sistema está al límite. Pero también recuerda que la vocación no puede morir. Que un paciente desorientado no necesita solo tratamiento médico, sino un mínimo de afecto, alguien que le diga en qué día vive, qué hora es, que lo mire a los ojos y lo trate como a una persona, no como a un número.
El contraste con el Hospital Dr. Negrín es revelador. Allí, dice Santana, aún se percibe humanidad. Allí, la sanidad pública se parece a lo que debería ser: un servicio digno, cálido, donde la atención no depende de a quién conoces, sino de quién eres: un ser humano.
La pregunta que deja flotando es tan sencilla como incómoda: “¿Hay alguien dispuesto a arreglar esto? ¿O todos prefieren mirar al sol y hacer como que no pasa nada?”
Juan Santana ha hablado. Con claridad, con dolor, con coraje. Ahora la pelota está en el tejado de los responsables políticos, de los gestores, de todos nosotros como sociedad. Porque lo que está en juego no es solo un hospital. Es la dignidad con la que decidimos cuidar —o abandonar— a los nuestros.
Redacción DNT