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5 de Mayo de 2025 a las 13:26

Las asociaciones de vecinos se han convertido en cantinas: ¿Quién lo permite y por qué?

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Nacieron como órganos de representación ciudadana. Como el puente entre los barrios y los ayuntamientos. Las asociaciones de vecinos, en su origen, eran la voz del pueblo, el altavoz de las necesidades más urgentes: calles sin asfaltar, falta de alumbrado, inseguridad, servicios públicos ausentes.

Pero hoy, tristemente, muchas de ellas se han convertido en lo contrario de lo que fueron. Ya no son el grito de los barrios: son el eco apagado de una verbena con olor a fritanga, humo de tabaco, alcohol barato y el repiqueteo constante de las máquinas tragaperras.

Y lo peor es que los ayuntamientos, como el de Telde, no solo lo saben, sino que en muchos casos lo permiten, lo toleran o incluso lo aplauden. ¿Desde cuándo una asociación de vecinos se transforma en una cantina, sin que nadie levante la mano? ¿Dónde quedaron los estatutos, la finalidad social, el compromiso con el barrio?

Veamos un caso reciente: en el Valle de los Nueve Bajo, la Asociación de Vecinos La Ilusión Virgen de la Esperanza inauguró hace unos días la Cantina Ca’ Mónica, con bombo y platillo. Parranda, música, alegría… sí, todo muy bonito. Pero ¿desde cuándo una asociación de vecinos tiene como prioridad montar bares? ¿Quién autorizó eso? ¿Con qué permisos? ¿Quién paga el agua, la luz, el mantenimiento del local? Porque si esos servicios los sufragan las arcas municipales, estamos entonces ante un chiringuito subvencionado para fomentar el consumo de alcohol, tabaco y juegos de azar.

Nos preguntamos: ¿cuánto pagan estas cantinas por usar esos espacios? ¿Se rinde cuentas del dinero que entra y sale? ¿A dónde va ese dinero? Porque mientras tanto, muchos vecinos siguen esperando por alumbrado, por aceras, por limpieza, por actividades reales para jóvenes, mayores y familias.

Se ha normalizado algo que debería escandalizarnos. Se han convertido las asociaciones en salones de celebraciones, en antros de copas y cubatas. Y nadie fiscaliza nada. Es más, algunos políticos locales lo celebran, se sacan fotos en las inauguraciones y hasta lo venden como “dinamización social”. ¿Dinamización o degradación?

Lo que ocurre en Telde es solo un reflejo de lo que pasa en muchos municipios. Pero aquí, la pasividad municipal, el silencio cómplice y la falta de control están alimentando una red de locales que, en vez de servir al pueblo, se sirven del pueblo.

Es hora de revisar qué son y para qué están las asociaciones de vecinos. Porque si no lo hacemos, terminarán siendo lo que muchas ya son: tabernas con subvención pública y vocación de olvido.

El Faro