25 de Noviembre de 2024 a las 09:00
Cada 25 de noviembre, políticos como Adela Álvarez Hernández, concejala de Igualdad del Ayuntamiento de Telde, nos bombardean con discursos emotivos que invocan un supuesto compromiso con la lucha contra la violencia de género. Prometen avances, solidaridad y justicia, pero, ¿qué hay detrás de estas palabras? La realidad diaria de las mujeres que buscan ayuda muestra un panorama desolador, donde las promesas no se traducen en acciones efectivas.
El espejismo del compromiso
Es fácil hablar de “erradicar la violencia de género” desde un atril o en un comunicado de prensa, pero lo difícil es materializar ese compromiso. Mientras se ensalzan los valores de igualdad y justicia en un día señalado, el resto del año cientos de mujeres son arrastradas por un sistema burocrático que las revictimiza.
Los discursos como el de Álvarez Hernández son un ejercicio de cinismo cuando no van acompañados de medidas concretas y efectivas. Las mujeres que acuden a la concejalía de Servicios Sociales con la esperanza de encontrar protección y apoyo no necesitan más palabras. Necesitan refugios seguros, ayuda psicológica inmediata, acceso a recursos económicos y acompañamiento jurídico real.
La burocracia que perpetúa la violencia
La experiencia de muchas mujeres que buscan ayuda en las instituciones es frustrante: vueltas interminables entre despachos, papeleo inabarcable y promesas vacías. Se habla de “políticas públicas efectivas”, pero, ¿cuántas veces esas políticas son solo un papel firmado sin presupuesto suficiente para ejecutarlas?
El resultado es que las mujeres quedan atrapadas, no solo en el círculo de la violencia, sino también en un sistema que no las prioriza. Mientras tanto, las administraciones públicas se felicitan a sí mismas por sus “compromisos”, mientras la realidad de las víctimas sigue igual o incluso empeora.
Las cifras no mienten, los discursos sí
Álvarez Hernández admite que las cifras siguen siendo alarmantes, pero no parece asumir responsabilidad alguna. La falta de recursos, la escasez de personal especializado y la lentitud judicial son problemas estructurales que no se resuelven con campañas de concienciación o declaraciones en redes sociales.
Las cifras no bajarán mientras las instituciones no tomen medidas contundentes: refugios suficientes, programas de reinserción laboral efectivos, atención psicológica garantizada y un sistema judicial rápido y eficiente. Decir que “el cambio comienza con pequeñas acciones cotidianas” es una frase vacía si no viene acompañada de voluntad política para realizar cambios profundos y sistémicos.
Un compromiso que debe ser real, no decorativo
Las palabras de Álvarez Hernández sobre “transformar el dolor en un grito colectivo” suenan bien, pero son inútiles si no se traducen en soluciones tangibles. Las mujeres que buscan ayuda no necesitan monumentos iluminados ni discursos conmovedores. Necesitan acciones, resultados y un compromiso que se demuestre con hechos, no con letras que se olvidan tan pronto como se apagan las luces del 25N.
Las instituciones deben entender que no se trata de una cuestión simbólica o de relaciones públicas, sino de vidas humanas que dependen de un sistema que, hasta ahora, ha fallado una y otra vez.
Es hora de dejar de lado las declaraciones grandilocuentes y hacer el trabajo que realmente importa: proteger, apoyar y empoderar a las mujeres, los 365 días del año. Porque el compromiso real no se demuestra el 25 de noviembre, sino todos los días.
Por Nazaret S. Calderín