28 de Septiembre de 2024 a las 10:51
El horror se repite una vez más en aguas cercanas a Canarias. En la madrugada del 28 de septiembre de 2024, un cayuco con aproximadamente 90 migrantes volcó frente a las costas de El Hierro, dejando un saldo, hasta el momento, de nueve muertos y más de cincuenta desaparecidos. Aunque los servicios de emergencia lograron rescatar a 27 personas con vida, el dolor, la desesperación y la impotencia inundan una vez más las playas de las islas. ¿Pero quiénes son realmente los culpables de esta tragedia? ¿Dónde están los asesinos de estas personas? Las respuestas siguen siendo esquivas, mientras los responsables directos de estas muertes siguen operando con impunidad y a plena luz del día.
Las Víctimas del Mar
Las víctimas, procedentes de países como Mali, Gambia, Guinea y Mauritania, eran en su mayoría hombres, aunque entre los cuerpos recuperados se encontraba el de un adolescente de apenas 12 o 15 años. Son personas que, al igual que cientos de miles antes que ellos, emprendieron una travesía mortal en busca de una vida mejor. La historia es la misma, repetida hasta el cansancio: huyen de la pobreza, la violencia, la guerra y la falta de oportunidades en sus países de origen. Pero el mar, lejos de ser una promesa de libertad, se convierte en un cementerio, un limbo sin retorno para muchos de ellos.
Sin embargo, mientras los equipos de Salvamento Marítimo y la Guardia Civil continúan con la noble labor de recuperar cuerpos y salvar vidas, surge la gran incógnita que parece no importar a las autoridades: ¿por qué no se está persiguiendo a los verdaderos asesinos?
Las Mafias: Los Verdugos Invisibles
Detrás de cada una de estas tragedias hay mafias organizadas que, por unos pocos miles de euros, juegan con la vida de seres humanos desesperados. Se lucran con la angustia de personas que no tienen otra opción que arriesgar su vida en el mar. Estas organizaciones criminales no solo son responsables de la muerte de quienes quedan a la deriva, sino que son cómplices de una maquinaria de explotación que sigue operando con total impunidad.
Cada año, miles de personas son embarcadas en cayucos y pateras precarias, desprovistas de las condiciones mínimas de seguridad, y lanzadas al mar en rutas imposibles. Es una condena a muerte disfrazada de esperanza. Sin embargo, la persecución de estas redes parece no ser una prioridad para los gobiernos, a pesar de que su actividad criminal es bien conocida. Los esfuerzos se centran en las labores de rescate, pero muy poco se hace para desmantelar estas organizaciones que venden billetes hacia el abismo.
La Complicidad del Silencio
Es imposible no cuestionar por qué, en lugar de concentrar los esfuerzos en desmantelar las redes de tráfico humano, las autoridades se conforman con rescatar cuerpos y hacer recuento de desaparecidos. Este ciclo de horror se repite una y otra vez, pero la comunidad internacional, y en particular Europa, parece más preocupada en contener la migración que en perseguir a quienes lucran con ella.
La reciente tragedia en El Hierro es solo un ejemplo más de cómo las mafias operan impunemente, poniendo en peligro la vida de cientos de personas cada semana. Las patrullas fronterizas y los equipos de salvamento, por muy loables que sean sus esfuerzos, no abordan el problema de raíz: la existencia de redes criminales que se lucran con la desesperación.
El sistema actual es una farsa, donde se invierten recursos en operaciones de rescate, pero se ignoran los crímenes más atroces: el tráfico humano y el abandono de personas a su suerte en el mar. Los responsables de estas tragedias no son solo las condiciones climáticas adversas ni los fallos en las embarcaciones; son los traficantes que permiten que estas muertes sigan ocurriendo, mientras las autoridades prefieren desviar la mirada.
Una Política Migratoria Fallida
La tragedia de El Hierro, como tantas otras, es también el resultado de políticas migratorias restrictivas que, en lugar de ofrecer vías seguras y legales para los migrantes, los empujan a embarcarse en estas travesías mortales. Europa, con su creciente cerrazón hacia la migración, se ha convertido en cómplice indirecto de este desastre humanitario. En lugar de abordar las causas de la migración y perseguir a las mafias que lucran con ella, las fronteras se blindan y los migrantes quedan abandonados a su suerte.
El enfoque actual no es solo ineficaz, sino inhumano. No se trata solo de rescatar cuerpos del agua, sino de evitar que estas tragedias sigan ocurriendo. Y eso pasa por desmantelar las mafias que operan en África y en Europa, pero también por replantear de forma urgente las políticas migratorias que están condenando a miles de personas a morir en el mar.
¿Y Ahora Qué?
¿Qué sucede después de la tragedia? Las patrullas continuarán buscando cuerpos y los supervivientes serán atendidos, pero el ciclo de muerte no se detendrá mientras las verdaderas causas sigan sin abordarse. Mientras los gobiernos europeos sigan priorizando la contención de la migración sobre la persecución de las redes criminales que la fomentan, el mar seguirá siendo un cementerio sin lápidas ni nombres.
La tragedia en El Hierro, como tantas otras que han ocurrido antes y tantas más que ocurrirán, nos recuerda que no son solo las olas del Atlántico las que están matando a estas personas, sino las mafias que operan en la sombra y la inacción de aquellos que deberían ponerles fin.
Es hora de que, además de buscar a los desaparecidos, se comience a buscar a los verdaderos responsables. Que se persigan a las mafias con la misma urgencia con la que se despliegan helicópteros y barcos de rescate. Porque hasta que no se haga, las tragedias como la de El Hierro seguirán siendo parte del paisaje cotidiano de un drama humano que nadie parece querer resolver.
El Faro