18 de Abril de 2025 a las 12:53
El Grupo Domingo Alonso (DAG), en colaboración con una ONG y con aplauso institucional, ha comenzado a integrar a menores migrantes en sus talleres bajo la etiqueta de la “inclusión” y el “futuro sostenible”.
Poco a poco, lo que antes nos hubiera parecido inaceptable, ahora se viste de “proyecto pionero”. Nos venden como un avance social lo que en el fondo es un retroceso ético: menores —ojo, menores de edad— con contrato laboral. Y aquí no se trata de si son migrantes o no. Son menores. Y un menor, por definición y por derecho, no trabaja, se forma, se educa, se protege.
El joven Lamin Badjie en las instalaciones de Domingo Alonso, en donde trabaja en chapa y pintura. C7
El Grupo Domingo Alonso (DAG), en colaboración con una ONG y con aplauso institucional, ha comenzado a integrar a chicos migrantes en sus talleres bajo la etiqueta de la “inclusión” y el “futuro sostenible”. Ya son 13 y quieren llegar a 40. ¿Perdón? ¿Estamos normalizando el trabajo infantil en Canarias?
Sabemos que hay miles de jóvenes, también menores, nacidos aquí, que viven situaciones desesperadas. Jóvenes canarios que no encuentran una oportunidad ni para formarse, ni para emanciparse, ni para tener un empleo digno. Jóvenes que no pueden alquilar un piso, ni aspirar a una cuenta bancaria si no les avala un padre. ¿Y resulta que ahora se ponen todos los recursos, esfuerzos y titulares para este colectivo concreto? ¿Dónde queda la igualdad?
El País
Esto no va de rechazar a nadie. Esto va de justicia social y de prioridades claras. Va de niños que deberían estar estudiando, no con un mono de trabajo en un taller de chapa y pintura. Va de una sociedad que está cediendo ante un modelo que premia a quienes vulneran la ley de extranjería mientras castiga a los de casa con la indiferencia. ¿O acaso hay dinero público o beneficios fiscales detrás de esta “solidaridad corporativa”? Porque entonces no es solidaridad, es negocio.
Lo que verdaderamente asusta no es que exista un proyecto así, sino que se presente como modelo a seguir, que se pretenda extender a más empresas y que cuente con el respaldo de las instituciones. ¿Estamos aplaudiendo que los menores trabajen porque “no hay mano de obra”? ¿Qué será lo próximo?
Hoy más que nunca hay que levantar la voz. Porque el trabajo infantil, sea en el país que sea y venga de donde venga el menor, es una barbaridad. Porque las oportunidades no deben repartirse según el titular más lacrimógeno, sino según las necesidades reales. Y porque los derechos de la infancia, si son de verdad universales, lo son para todos.
El Faro