10 de Agosto de 2025 a las 22:35
En Telde, el verano no solo trae sol y salitre, también trae polémica. Y esta vez, el foco está en los socorristas. “Ni caso a los socorristas”, escriben en una web local, y no es una frase lanzada al aire: es el reflejo de una creciente frustración entre los bañistas que frecuentan nuestras playas.
Muchos ciudadanos se quejan de que se iza la bandera roja cuando el mar está en calma, que los pitidos son constantes y que en Melenara se divide la playa con criterios que nadie entiende: roja hacia el sur, amarilla hacia el norte, aunque el oleaje sea prácticamente igual. ¿Por qué? Según algunos, para tener a la gente concentrada frente a la caseta y evitar esfuerzos innecesarios. ¿Es esa la prioridad?
La crítica va más allá del color de las banderas. Hay quienes aseguran que conocen la playa mejor que los propios socorristas, que muchos de ellos no están en forma para rescatar a nadie, y que su papel debería ser el de informar, no el de prohibir. Y aquí viene el dato que escuece: el servicio está gestionado por una empresa catalana que, según se comenta, cuesta una millonada. Mientras tanto, en Las Palmas de Gran Canaria, la vigilancia corre a cargo de la Cruz Roja. ¿Estamos pagando más por menos?
Pero lo que realmente está en juego es algo más profundo: la libertad individual. ¿Nos estamos acostumbrando a que nos digan lo que podemos o no podemos hacer? ¿Dónde queda la responsabilidad personal? Como bien dice un usuario de Melenara: “Si voy a Nepal no escalo el Everest por mucho que otros lo hagan”. En la playa, cada uno debería saber si puede o no puede meterse en el agua. No todos somos iguales, y no todos deberíamos ser tratados como si lo fuéramos.
Esto no es un ataque gratuito a los socorristas. Es una llamada a revisar el modelo, a exigir transparencia, a pedir que se escuche a quienes viven la playa cada día. Porque proteger no es lo mismo que controlar. Y porque en Telde, el mar también es nuestro.
detelde.es