14 de Junio de 2025 a las 22:00
Llevo más de veinte años participando en concursos de fotografía por toda Canarias. He tenido la suerte de ganar algunos, quedar finalista en otros y sobre todo, de disfrutar el proceso creativo que cada uno supone. Hasta hoy sumo más de 50 certámenes a mis espaldas. Y con todo ese recorrido, tomé una decisión que no fue fácil: no presentarme al I Concurso de Fotografía de las Fiestas de San Juan Bautista de Telde.
Lo hice por principios. Porque desde el primer momento, este concurso me olía raro. Premios ridículos (400, 200 y 100 euros) para tres únicas fotos ganadoras entre 97 participantes, y lo peor: un procedimiento nada transparente en la entrega y evaluación de las obras. ¿Cómo se pretende hablar de un concurso serio cuando se exige enviar las imágenes con los datos personales a la vista? ¿Dónde está el anonimato, la imparcialidad, el respeto mínimo al trabajo de quienes nos dejamos la piel —y el bolsillo— en cada disparo?
Yo he participado en concursos donde ni el jurado ni la organización conocen el nombre del autor hasta después del fallo. Es lo normal. Es lo justo. Pero aquí, en Telde, todo el mundo sabe cómo funcionan las cosas: amiguismo, favoritismos, “ya tú sabes”. Y si encima al jurado se le entrega la foto con tu nombre y apellidos, apaga y vámonos.
Los organizadores podrán vendernos el evento como una gran cita cultural, pero lo cierto es que 97 personas se han apuntado con ilusión para optar, entre todas, a un premio total de solo 700 euros. Eso no cubre ni el coste del equipo que usamos, ni nuestro tiempo, ni mucho menos el talento. Es una tomadura de pelo. Y lo triste es que lo presenten como una “fiesta del arte”.
También resulta sospechoso que la temática se sorteara el mismo día, como si eso aportara emoción. ¿Qué emoción hay en no poder prepararte bien? ¿A quién beneficia ese secretismo de última hora?
Y por último, ¿alguien ha explicado con claridad qué uso se hará de las fotos una vez expuestas? Porque si las imágenes van a pasar a formar parte del archivo gráfico del Ayuntamiento, sería lo mínimo informar a los autores y pedirles una cesión expresa de derechos. Ceder una obra no es una obligación, es una decisión.
No. Esta vez no. Esta vez decidí quedarme fuera. Porque para los que amamos la fotografía de verdad, participar en un concurso no es simplemente mandar una imagen: es defender una manera de ver el mundo. Y eso merece respeto, garantías y condiciones justas.
Ojalá esta crítica sirva para que futuras ediciones se organicen con más profesionalidad. Porque Telde y sus rincones merecen ser retratados con el alma… pero también con rigor.
Esther López A.
Fotógrafa aficionada. Participante en más de 50 certámenes fotográficos en Canarias.