3 de Julio de 2025 a las 06:00
El Ayuntamiento de Telde ha salido al paso de una información publicada por Radio Las Palmas que afirma que el municipio ha triplicado su deuda pública. Lo curioso —y preocupante— es que el consistorio haya sentido la necesidad de aclarar un dato que, según fuentes oficiales, no responde a una deuda financiera real, sino a un ajuste contable derivado del mecanismo estatal de pago a proveedores.
La concejala de Hacienda, Desirée Hernández, ha confirmado que Telde no tiene deuda bancaria pendiente, y que el aumento reflejado por el Ministerio de Hacienda responde a un procedimiento técnico gestionado por el Estado. Entonces, ¿por qué entrar al juego de una publicación que ni siquiera tiene presencia activa en el municipio?
¿Reacción innecesaria o exceso de celo institucional?
La decisión de emitir una nota aclaratoria podría interpretarse como una muestra de transparencia, pero también como una sobreexposición frente a una fuente ajena al contexto local. Radio Las Palmas no opera directamente en Telde, ni mantiene una cobertura habitual sobre la realidad municipal. Su artículo, sin contrastar con el área económica del Ayuntamiento, ha generado un ruido mediático que ha obligado al consistorio a desviar recursos y atención para desmentir lo que muchos consideran un bulo contable.
💬 “Telde ya no depende de los bancos. Ahora manda sobre sus propias cuentas”, dijo la concejala. Pero esa afirmación, que debería ser celebrada como un logro económico, ha quedado empañada por la necesidad de responder a una publicación externa que no forma parte del ecosistema informativo habitual del municipio.
¿Quién marca la agenda informativa de Telde?
Este episodio plantea una reflexión más profunda: ¿debe un ayuntamiento responder a cualquier titular, venga de donde venga? ¿O debe priorizar la comunicación directa con sus vecinos y medios locales que sí conocen la realidad municipal?
La respuesta del gobierno local ha sido clara y contundente, pero también ha evidenciado que la desinformación puede alterar la narrativa institucional, incluso cuando proviene de fuentes periféricas. Quizás sea momento de reforzar los canales propios de comunicación y blindar la gestión pública frente a titulares que, lejos de informar, distorsionan.
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