21 de Julio de 2025 a las 12:00
La emoción se palpaba en el Aeropuerto de Gran Canaria cuando 115 menores saharauis llegaron al Archipiélago para participar en el programa Vacaciones en Paz. Entre banderas, abrazos y canciones, diez de ellos fueron recibidos por familias teldenses que los acogerán hasta el 2 de septiembre. Una estampa de ternura, intercambio cultural y esperanza. Sin embargo, mientras esta iniciativa florece cada verano, hay menores locales en Canarias que también necesitan un entorno seguro y amoroso durante todo el año.
El programa Vacaciones en Paz, impulsado por la Asociación Canaria de Solidaridad con el Pueblo Saharaui, lleva décadas brindando a niños refugiados saharauis un descanso de las extremas condiciones de los campamentos en Tindouf. En Telde, autoridades como el concejal de Solidaridad, Juan Pablo Rodríguez, y el alcalde Juan Antonio Peña ofrecieron una cálida bienvenida institucional que incluyó música, obsequios y promesas de aventuras inolvidables.
Pero mientras los menores saharauis celebran su llegada, muchos niños y niñas de Gran Canaria también sueñan con ser acogidos, escuchados y protegidos. Son menores tutelados, en riesgo de exclusión social o migrantes no acompañados que residen en centros de protección o esperan familias dispuestas a abrirles su hogar.
En el centro de la imagen el concejal de Educación de Telde.
En Telde y otras localidades canarias, instituciones como Aldeas Infantiles SOS o la Fundación SAMU trabajan cada día para ofrecer entornos seguros a menores locales que viven situaciones complejas. El Registro de Familias Acogedoras permite que ciudadanos voluntarios se conviertan en referentes afectivos para estos pequeños, brindándoles lo que más necesitan: estabilidad, cariño y oportunidades.
El Ayuntamiento de Telde también impulsa programas de prevención con equipos de Infancia y Familia, evitando que la acogida sea el último recurso y apostando por el acompañamiento integral.
Ver a los niños saharauis sonrientes mientras descubren los rincones de Telde es una postal que conmueve. Pero también lo es el esfuerzo de las familias que, en silencio, acogen a niños canarios necesitados o colaboran como voluntarios en programas locales.
La solidaridad no entiende de fronteras, y este verano en Telde es ejemplo de cómo la generosidad puede ser puente entre culturas, orígenes y circunstancias. Acoger, acompañar, cuidar… ya sea por dos meses o todo el año, el compromiso con la infancia vulnerable es uno de los valores más profundos que una comunidad puede cultivar.
Maruca Sin Filtro