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16 de Noviembre de 2024 a las 13:10

Telde: entre el abandono y la indiferencia institucional

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Telde, reconocida como la cuarta ciudad más poblada de Canarias, lleva años enfrentándose a una decadencia evidente que afecta no solo su infraestructura y servicios, sino también la percepción que tienen sus propios habitantes y visitantes. A pesar de las expectativas generadas por la actual corporación municipal, los problemas estructurales y de gestión parecen haberse perpetuado, dejando a la ciudad atrapada en una espiral de deterioro y apatía

Aparcamientos y caos urbano

Uno de los problemas más visibles de Telde es la caótica gestión del espacio público, especialmente en lo referente al aparcamiento. Las zonas azules no se respetan, los aparcamientos para motos y las paradas de guaguas son ocupados indiscriminadamente por vehículos privados, y las aceras se han convertido en improvisadas zonas de estacionamiento. Esto no solo genera incomodidad para los peatones, sino que también afecta gravemente la movilidad y el civismo en la ciudad.

La falta de aparcamientos públicos operativos en el centro urbano es una barrera para la actividad comercial y turística. La imagen de vehículos abandonados en las calles o estacionados de manera irregular refleja la inacción municipal ante un problema que solo parece agravarse. Mientras tanto, los talleres mecánicos ocupan la vía pública como si fuera una extensión de sus negocios, generando un desorden que se tolera a pesar de las quejas vecinales.

Comercio en declive

El comercio local, que en otro tiempo fue uno de los motores económicos de Telde, se ha degradado hasta convertirse en una colección de tiendas de baratijas que no logran atraer a consumidores exigentes ni a visitantes. La falta de planificación y apoyo institucional ha llevado al cierre de negocios tradicionales, sustituidos por establecimientos que, en muchos casos, no contribuyen a mejorar la oferta comercial ni la percepción de la ciudad.

Este deterioro mercantil tiene consecuencias directas en la calidad de vida de los habitantes. Una ciudad sin un comercio vibrante no solo pierde atractivo, sino también oportunidades económicas y laborales. Telde es un claro ejemplo de cómo la inacción y la desidia pueden transformar una zona con potencial en un espacio deslucido y poco competitivo.

Un entorno insalubre y desordenado

A esta problemática se suma la evidente falta de limpieza y orden en las calles de la ciudad. Contenedores desbordados, escombros depositados en lugares inadecuados y enseres abandonados pintan un panorama que dista mucho de lo que debería ser una ciudad moderna. La gestión de los residuos parece inexistente, y el comportamiento incívico de algunos ciudadanos se encuentra con la pasividad de unas autoridades incapaces de imponer orden.

Las terrazas de bares y restaurantes, aunque contribuyen al ocio y la vida social, han invadido el espacio público de manera descontrolada. Pasar por ciertas calles implica sortear mesas y sillas, evidenciando una falta de regulación y control que afecta tanto a residentes como a visitantes.

Falta de "mano dura" y visión

El gobierno municipal, que llegó al poder con promesas de cambio y mejora, ha demostrado una preocupante falta de "mano dura" y capacidad para afrontar los retos estructurales de la ciudad. A un año y medio de su mandato, las expectativas iniciales se han diluido en una gestión que parece limitada a la inercia. Los grandes desafíos, como la mejora de los servicios públicos, el fomento del civismo, la promoción del comercio local o la revitalización de la imagen de la ciudad, siguen sin respuestas claras.

El éxito de cualquier gestión política requiere valentía para tomar decisiones impopulares pero necesarias. Medidas como sancionar el estacionamiento indebido, regular estrictamente el uso del espacio público, ordenar el comercio y mejorar la limpieza no solo son urgentes, sino que podrían marcar la diferencia en la percepción de Telde como una ciudad digna de su estatus poblacional.

Telde, que debería ser un referente en servicios, calidad de vida y desarrollo urbano, está lejos de cumplir con esos estándares. La ciudad necesita una estrategia clara, liderazgo político y una ciudadanía comprometida con el cambio. Sin embargo, mientras el gobierno local siga adormecido y los problemas cotidianos sean ignorados, el declive continuará afectando tanto la vida de sus habitantes como la imagen que proyecta al exterior. Es hora de que Telde despierte antes de perder por completo su identidad y su potencial.