28 de Febrero de 2025 a las 12:00
Nos vendieron “Telde, ciudad accesible”, un espejismo de inclusión y progreso, pero lo que tenemos es una farsa criminal. Décadas de alcaldes, concejales y técnicos han firmado proyectos millonarios que solo han servido para enriquecer a unos pocos, mientras las personas con movilidad reducida siguen luchando por sobrevivir en una ciudad hostil. La realidad es esta: una vecina en silla de ruedas obligada a circular por una rotonda, arriesgando su vida porque las aceras son un obstáculo insalvable. ¿Esto es lo que llaman "accesibilidad"?
Fotograma de Gran Canaria TV
¿Dónde están los millones de euros que llegaron de Europa, del Gobierno central y del Gobierno de Canarias? ¿En qué oscuros agujeros negros han desaparecido esos fondos destinados a mejorar la vida de los ciudadanos? No es difícil adivinar que han ido a parar a los bolsillos de los mismos de siempre: políticos corruptos, técnicos cómplices y empresas que han priorizado el beneficio rápido sobre el bien común. Mientras tanto, las personas con movilidad reducida siguen siendo ciudadanos de segunda clase, condenados a una vida de exclusion y peligro.
Los políticos que han pasado por el Ayuntamiento de Telde no solo han demostrado una incompetencia abismal, sino que han actuado con una desfachatez que raya en lo delictivo. Han hecho caja con promesas vacías, vendiendo humo a una ciudadanía que confió en ellos. Los técnicos, por su parte, han avalado con su firma proyectos que nunca cumplieron con los estándares mínimos de accesibilidad, convirtiéndose en cómplices de este saqueo institucionalizado.
La ciudad sigue siendo un laberinto de barreras arquitectónicas, calles imposibles y aceras impracticables. Cada esquina es un recordatorio de que aquí no ha habido un error de planificación, sino un robo descarado. Y mientras tanto, los responsables de este desastre humanitario siguen paseando tranquilamente por aceras que ellos mismos diseñaron para ser inservibles, blindados por su impunidad y su desprecio hacia quienes más necesitan de una ciudad accesible.
No nos equivoquemos: esto no es solo incompetencia. Es corrupción pura y dura, disfrazada de gestión pública. Es un sistema podrido que ha permitido que unos pocos se enriquezcan a costa de la dignidad y la seguridad de los más vulnerables. Y lo más indignante es que, mientras la gente sigue arriesgando su vida para moverse por su propia ciudad, nadie asume responsabilidades. ¿Hasta cuándo permitiremos que esto siga así? Telde no necesita más promesas vacías, necesita justicia.