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3 de Marzo de 2025 a las 17:30

Todos los caminos conducen al "desastre": el colapso diario de las carreteras de Gran Canaria

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En Gran Canaria, la frase "todos los caminos conducen a Roma" podría reformularse con un tono más realista y menos poético: "todos los caminos conducen al desastre". Y no hablamos de un desastre natural, sino de uno creado por la negligencia, la falta de planificación y la ineficacia en la gestión de las infraestructuras viales. Cada día, miles de conductores se enfrentan a un viacrucis en las carreteras de la isla, ya sea bajo el sol abrasador o bajo la lluvia, que hoy, como en tantas otras ocasiones, ha vuelto a colapsar todo.

El problema no es nuevo, pero parece agravarse con el paso del tiempo. Cuando llueve, la situación se vuelve caótica. La GC-1, la principal vía de la isla, se convierte en un embudo de frustración. Los conductores, desesperados, buscan alternativas por carreteras secundarias que, lejos de ser una solución, son un reflejo más del abandono: baches, falta de señalización, deslizamientos de tierra y un mantenimiento inexistente. El resultado es predecible: todo se paraliza.

Pero lo más preocupante es que este colapso no es exclusivo de los días de lluvia. Incluso cuando el cielo está despejado, las carreteras de Gran Canaria son un campo de batalla. Atascos interminables, horas perdidas en el tráfico, combustible desperdiciado y, sobre todo, oportunidades perdidas: llegar tarde al trabajo, perder una reunión importante, frustrar un cierre de venta o simplemente no poder cumplir con los compromisos del día a día.

¿Y quién es responsable de este desastre? La respuesta parece clara: el Cabildo de Gran Canaria. Una institución que, año tras año, maneja un presupuesto millonario cercano a los 1.000 millones de euros, pero que parece incapaz de resolver un problema que afecta a toda la población. Es difícil entender cómo, con tantos recursos, las carreteras de la isla siguen en un estado deplorable. Como dice el refrán, "Dios da sombrero al que no tiene cabeza", y en este caso, parece que el sombrero es demasiado grande para quienes deberían estar solucionando estos problemas.

La situación es tan absurda que raya en lo surrealista. Mientras los conductores sufren las consecuencias de una mala planificación, las autoridades parecen ajenas al caos que ellas mismas han creado. Y cuando llega la lluvia, el caos se multiplica. Hoy, como en tantas otras ocasiones, los conductores han huido de la GC-1 buscando alternativas que, en realidad, no existen. Las carreteras secundarias, lejos de ser una solución, son un reflejo más del abandono generalizado.

Este artículo no es solo una denuncia, sino un grito de frustración en nombre de los cientos, por no decir miles, de conductores que cada día sufren las consecuencias de una gestión inepta. Es inaceptable que, en pleno siglo XXI, una isla con los recursos de Gran Canaria no sea capaz de garantizar unas carreteras dignas y funcionales.

El Cabildo tiene la responsabilidad de actuar. No se trata solo de arreglar baches o pintar líneas en la carretera; se trata de planificar, de invertir con inteligencia y de priorizar las necesidades de la población. Mientras tanto, los conductores seguiremos atrapados en un laberinto de asfalto y desesperación, donde todos los caminos, efectivamente, conducen al desastre.

Es hora de que las autoridades escuchen, actúen y demuestren que, al menos en esto, tienen cabeza para llevar el sombrero que les corresponde. Porque, de lo contrario, el desastre no será solo vial, sino también de confianza en quienes deberían velar por el bienestar de todos los grancanarios.