22 de Enero de 2025 a las 08:28
Por fin ha ocurrido. Lo que muchos en el panorama político canario veían venir desde hace meses se ha consumado: la ruptura en Nueva Canarias (NC) es una realidad. Una separación que, aunque amarga para algunos, parece haberse convertido en el desenlace inevitable de las tensiones internas que han marcado el rumbo de la formación. Tal como canta Bad Bunny en su conocido tema, aquí también podríamos gritar “un aplauso para mami y papi”, porque lo que antes parecía un matrimonio político indestructible ahora se divide en dos sensibilidades irreconciliables.
Antonio Morales, presidente del Cabildo de Gran Canaria y una figura clave en el partido, lo resumió con contundencia: “Me parece un fracaso de la política”. Con estas palabras, Morales dejó clara su frustración ante lo que califica como la incapacidad de las partes para encontrar un punto de acuerdo. Su tono, más de resignación que de esperanza, refleja la sensación de pérdida en un proyecto que, hasta hace poco, aspiraba a consolidarse como la gran fuerza del nacionalismo progresista en Canarias.
El trasfondo de la ruptura no es solo un conflicto de liderazgos, aunque eso ha sido el foco principal. La actual dirección, encabezada por Román Rodríguez, enfrenta el rechazo de una facción del partido que exige cambios drásticos. Y aunque Morales asegura haber hecho lo posible para evitar esta fractura, reconoce que cuando las sensibilidades son tan opuestas, la ruptura puede ser inevitable.
Pero, ¿qué significa esto para Canarias y su política? Nueva Canarias había logrado posicionarse como una fuerza clave, abanderando causas sociales, económicas y medioambientales en un contexto político fragmentado. Sin embargo, esta crisis interna pone en riesgo no solo su unidad, sino también su capacidad para seguir siendo relevante en la arena política del archipiélago.
Luis Campos, coordinador de NC, intentó suavizar el golpe al compartir la visión de Morales sobre las consecuencias de esta separación. No obstante, dejó claro que el futuro del partido estará en manos de su congreso, donde se decidirá quién liderará la nueva etapa de esta formación.
Si bien este divorcio político podría tener repercusiones negativas, también puede interpretarse como una oportunidad. Las separaciones, como en las relaciones personales, a veces son necesarias para que cada parte encuentre su propio camino y propósito. Quizá este sea el momento de que Nueva Canarias redefina su rumbo y ofrezca una versión renovada de lo que significa el nacionalismo progresista en el siglo XXI.
Mientras tanto, los espectadores políticos de Canarias no pueden evitar sentir que este capítulo es un recordatorio de que incluso los partidos más sólidos pueden tambalearse cuando los intereses, las visiones y las prioridades no logran alinearse. Y como diría Bad Bunny, quizás sea el momento de dejar atrás lo que ya no funciona y celebrar la posibilidad de nuevos comienzos.
La pregunta es: ¿qué tan fuertes serán las nuevas “mamis” y “papis” que surjan de esta ruptura? Solo el tiempo lo dirá. Por ahora, lo único claro es que el panorama político canario ha cambiado para siempre.
El Faro